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  • Os Antípodas

El miedo solo molesta


Proyecto Ciclos – Diario de a bordo 40

Tempranito cruzamos la frontera de Nicaragua con Honduras. Los trámites fueron tranquilos, pero tuvimos que pagar cuatro dólares para salir de un país y seis dólares para entrar al otro; esta parece ser la regla aquí en América Central. Aún en la frontera cambiamos un poco de plata.

En nuestro primero día de pedal el paisaje era seco, parecido con una sabana; había bastante polvo en el aire, como en Nicaragua, con la diferencia que el territorio nicaragüense es llano, mientras el hondureño es ondulado, con subidas y bajadas.

Nuestra primera parada en el país fue en la ciudad de Choluteca, en la casa de Lésbia y Victor, que nos recibieron a través de la red Couchsurfing (couchsurfing.com). Nos gusta quedar en la casa de personas del país porque normalmente es una buena manera de recibir una introducción de la cultura, de la vida y de la historia local. Ella nos contó un poco sobre la historia reciente de Honduras con un punto de vista crítico (golpe de estado, aprobación de la reelección sin cambiar la constitución, protestas en las calles, medios controlados por el gobierno, solo un medio independiente), y Victor nos dio consejos sobre las rutas y nos auxilió a cambiar plata.

Honduras (y también El Salvador) tienen fama internacional de ser países violentos, por las “pandillas” o “maras”, que son grupos que controlan el crimen organizado, cobrando “impuestos” de comerciantes y empresas de transporte y teniendo participación en el narcotráfico. Adentro de las penitenciarías ellos también están organizados, como pasa en Brasil con el Comando Vermelho o el Primeiro Comando da Capital, por ejemplo.

Ese cima de miedo es fuertemente ayudado por los medios, según nuestra anfitriona Lésbia y según nuestra amiga hondureña Gabriela. Pudimos confirmar eso en los medios escritos. Siguiendo este clima, Marcela solo quería quedar en la casa de amigos o en hospedajes pagados en el país, y no había nada que yo pudiera hacer para cambiar este sentimiento.

Así, teníamos combinado de evitar la capital e ir hasta la ciudad de Guascarán, cerca de El Salvador, y tomar un bus, pues Marcela tenía miedo de pedalear por esta área poco poblada. Pero ella cambió de opinión y quiso tomar el bus unos 100km antes, en el cruce para Tegucigalpa. La ruta estaba en reparación y había una grande cola de autos parados, y un bus entre ellos. Sin pensar mucho, ella habló con el cobrador del bus y decidió que nos íbamos hasta la capital. Apurados, pues el tránsito podía ser liberado en cualquier momento, vinieron dos señores cogiendo las bicicletas para ponerlas en el portaequipaje sin desmontarlas, y yo les ayudé en eso; asimismo, por el apuro, estuvieron mal puestas y había el riesgo de romper algo.

Fuimos hasta Tegucigalpa y descubrimos que la parada final no era en una terminal de buses, pero en la calle. Aquello nos pareció raro… el bus era ilegal o la capital del país no tenía una terminal de buses? El otro bus que tomaríamos estaba a unas cuadras de allí, también en la calle… Era un microbús; pusimos las bicis sobre su techo junto con otros equipajes, y seguimos hasta Comayagua, un trayecto de una hora y media más o menos. En la ciudad bajamos las bicis (yo subí en el techo del bus, detrás del responsable, para certificarme de que las bicis estaban siendo bien tratadas) y las montamos allí en la calle, mientras buses llegaban y salían. Las bicis siempre sufren en estos transportes, nos só como se resisten. Estuve descontento durante todo el día por los cambios de planes, por los buses y principalmente por estar moviéndonos guiados por el fantasma del miedo.

En Comayagua rodamos un poco preguntando sobre hospedaje y terminamos quedando en un hotel simpe por tres noches, pagando casi 50 reales por noche. Experimentamos la tradicional “baleada”, una tortilla grande de trigo rellena de queso y pasta de frijoles. Descansamos bastante y vimos bastante TV. Después de casi dos años viajando, no buscamos más los puntos turísticos de las ciudades que visitamos. Tenemos más placer en quedar en la habitación del hotel cocinando y mirando la tele que ir a visitar la catedral central y pagar cinco dólares para subir a su cumbre y mirar toda la ciudad desde arriba…

Saliendo de Comayagua con rumbo norte tuvimos bastantes subidas, como la Cuesta de la Virgen, pero siempre con buena acera. Por la tarde llegamos a la región del Lago Yojoa; y allí, después de 89km pedaleados, hicimos camping en un lugar llamado Honduyate. Como era lunes, no había nadie, teníamos todo el espacio para nosotros, incluso una piscina y ducha caliente (lo que no veíamos hacía tiempo). Fue un buen lugar para conmemorar dos años de casados!! Nuestra cena especial tuvo maní tostado con cerveza de entrada, pasta a la crema, ensalada, y papas fritas que compramos en un restaurant cerca, como plato principal.

Al otro día continuamos aprovechando el Lago Yojoa: fuimos a las Cataratas de Pulhapanzak, 30km después del Honduyate. Tramo con subida y bajadas, bonito, siempre con bastante verde y mono carril. Las Cataratas tienen una buena infraestructura, con baños limpios, restaurant, wifi, lugar para acampar, piscinas naturales, un mirante para la Catarata, quioscos y servicios de tour. Pasamos el día tranquilos, nadamos, comimos, cocinamos, hicimos camping u miramos una película antes de dormir.

Nos despedimos del Lago Yojoa en el próximo día, cuando fuimos para la grande, y con fama de violenta, San Pedro Sula. Pedaleamos 61km y paramos en una plaza de compras, donde fuimos muy bien tratados por los guardias, que buscaron un lugar en donde podríamos “estacionar” nuestras bicicletas. Buscamos wifi libre allá y avisamos a nuestra amiga Gabriela que habíamos llegado. La conocimos en Brasil, cuando trabajábamos en TIBÁ (www.tibario.com) y nunca pensamos que la íbamos a visitar en su país!! Que lindo!!

Su familia nos trató como grandes amigos que ellos ya no veían hace tiempo. Nos dieron casa, comida, se preocuparon por nuestro bienestar, Gabi nos llevó a conocer la ciudad, fuimos a la playa y hasta hicimos un hemograma completo para ver cómo estaba nuestra salud (la hermana de Gabi trabaja en un laboratorio y nos tomó la sangre en la casa, jeje).

En Honduras tuvimos más pinchazos en las llantas que el los otros países; en seis días de pedal tuvimos cinco pinchazos. Tal vez fuera hora de cambiarlas. Traíamos dos llantas nuevas en nuestro equipaje desde Brasil, y aún nunca las habíamos usado; así colocamos una en cada bici, el la parte trasera, donde hay más peso y donde hay más desgaste da las llantas. Además, el papá de Gabi se impresionó por la suciedad de nuestras cadenas y se ofreció para limpiarlas. Hay una cosa que aprendimos en el viaje: aceptar ayuda!! Gracias Gabi e familia por esos lindos seis días!!

El día en que nos fuimos nos dieron mucha comida para llevar y aún nos obtuvieron un jalón hasta después de Puerto Cortés, unos 60km. Nos despertamos temprano para despedirnos de la mamá de Gabi, que nos deseó buen viaje después de abrazarnos con los ojos llenos de lágrimas. A las 8:40, después de decir tchau a todos, subimos al camión. Viaje tranquilo, nos bajamos y pedaleamos 30km más por una ruta tranquila y llana, y una vez más tuvimos un pinchazo. Fue bueno pues en este momento descubrimos que habíamos pasado el pueblo en donde pararíamos. Volvimos 4km y encontramos un hospedaje económico para descansar, pues al otro día cruzaríamos la frontera con Guatemala. Si me preguntan como pudimos pasar por la entrada del pueblo sin darnos cuenta, estando en bici, no sé explicar, jajaja.

Terminamos el texto con una frase simples y sabia que una niña de ocho años un día dijo a Marcela, y que ya repetimos aquí en el Blog más de una vez:

“El miedo solo molesta” – Helena, hija de Ernst Gotsch.

Informaciones del viaje:

Mapa del trayecto:

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